
El caballero Tiberto sólo posee una armadura
oxidada y un gordo caballo de labor.
Pero eso no le impide salir en busca
de las rosas de oro de Kurakolor.
Si lo consigue, se casará
con la princesa de sus sueños.
En el fondo, en la vida no hay más que lo que en ella metemos. (Madame de Swetchine, escritora)
La mujer se desesperó.
-Y mientras tanto qué comemos -preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía-. Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante.
Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
-Mierda.